lunes, 28 de abril de 2014

La praxis y el marxismo



(Para continuar con la reflexión sobre la "filosofía del marxismo", copio para los lectores un texto que me hizo llegar vía mail el compañero Federico Manzone, quien autorizó su reproducción bajo forma de post....)


Juan, te hago llegar algunas consideraciones que me surgieron de la lectura de tu posteo sobre el libro de P. Thomas y la filosofía del marxismo. Estaría muy bueno que lo puedas seguir desarrollando.


Creo que la crítica de la posición común en la que caen los ‘gramscianos’ está bien. No por hablar de materialismo dialéctico hay que ser necesariamente un cuadrado, tampoco sostener que la filosofía del marxismo está centrada en la praxis lo salva a uno de cometer equivocaciones al momento de la reconstrucción teórica (analogías forzadas, deducciones cuyos resultados son abstractos, errores de proyección al momento de intervenir prácticamente, etc.). En definitiva, no es la categoría con la que uno define su concepción del marxismo lo que determina el carácter ‘crítico’ u ‘ortodoxo’ de las elaboraciones teóricas, sino la capacidad de que en la exposición misma el objeto investigado la totalidad histórico-social concreta pueda aparecer como un conjunto de ‘múltiples relaciones’[1], que mientras más complejo y múltiple sea, más posibilidad va a tener de superar las ‘apariencias’ y descubrir las contradicciones ocultas, invisibles al conocimiento inmediato o al sentido común. Muchos marxistas que afirmaron al materialismo dialéctico como la filosofía del marxismo lograron ese tipo de reconstrucción de la totalidad o de explicación del método dialéctico (Trotsky, Korsch, H. Lefevbre, por solo nombrar algunos).



Sin embargo, no opino que la oposición ‘materialismo vs. praxis’ sea ‘estéril’ como vos decís. Si bien hoy ya no hay grandes organizaciones ni grandes teóricos que se maten discutiendo acerca de cual es la filosofía implícita en el pensamiento de Marx, la polémica entre ‘materialistas’ y ‘praxiológicos’ tuvo su importancia histórica, o al menos, expresó no sólo diferencias teóricas sino también la ubicación respecto a la importancia de la praxis humana en la política, en la historia y en el conocimiento (Labriola y la II Internacional, Gramsci y Bujarin, Althusser y los humanistas, desde Fromm hasta el grupo Praxis y K. Kosik).

Materialismo y praxis son las dos posiciones filosóficas que se le atribuyeron a Marx, si la oposición da lo mismo yo tiendo a creer que la discusión sobre la filosofía del marxismo en última instancia no importa o está superada[2]. Si bien Engels en una afirmación media confusa dio a entender eso en el apartado sobre la dialéctica del Anti-Düring y II Internacional se colgó de ahí para decretar, cediendo al positivismo, que el marxismo era ciencia (con lo cual la reflexión sobre la práctica se dejaba de lado, quedando ésta reducida por siempre a la combinación táctica sindicalismo-parlamentarismo) y por lo tanto había superado toda filosofía, creo que hoy en día no es muy discutible, al menos en este punto, la posición que sostiene Korsch, discutiendo desde la crítica de Marx a la filosofía del derecho y del Estado de Hegel, de que la única forma de ‘abolir la filosofía’ era realizándola, desbordando la teoría su propio campo y materializándose por medio de la praxis.



Por otro lado, creo que la analogía que haces entre la referencia de Trotsky a la dialéctica materialista y la ‘traducción de los lenguajes’ es confusa, ya que los dos ejercicios intelectuales persiguen propósitos diferentes.



De todas formas, creo que para pensar esta discusión hay que tener en cuenta dos cuestiones importantes.

Primera cuestión: el concepto de praxis. Praxis no es lo mismo que práctica. ‘Práctica’ hace referencia a la actividad práctica cuyo fin es satisfacer necesidades, su carácter sería práctico-utilitario; ‘praxis’ significa la actividad concientemente dirigida a la transformación de un objeto que existe independientemente de nosotros, más allá de beneficio individual (la forma más elevada de la praxis es la praxis revolucionaria, la actividad política radical y transformadora). No todos los marxistas que hacen eje en la praxis tienen una misma concepción de ésta ni se dedicaron a dar una definición acabada (Labriola quiere resaltar un aspecto, R. Mondolfo otro, Gramsci otro, etc.). Para poner un ejemplo extremo, Miahilo Markovic (militante e intelectual yugoslavo de la revista Praxis) sostiene que las operaciones mentales, la educación de los sentidos, la elección de valores, es decir, toda la actividad intelectual, es praxis; mientras que por otro lado, Adolfo Sánchez Vázquez, que escribió un libro clásico sobre el tema, considera –para mí más acertadamente– que el concepto de praxis se restringe a la actividad práctica sensible que transforma un objeto[3] (la naturaleza, las instituciones políticas de los hombres o el hombre mismo, justamente en la política el hombre es sujeto y objeto de la praxis).

Segunda cuestión: la filosofía antes de Marx se movió entre dos posiciones que partían desde una abstracción. Por un lado una posición realista y acrítica que creía en la ‘cosa en sí’ (realista porque admite correctamente la primacía del mundo objetivo pero acrítica porque nada puede saberse de ese objeto ‘en sí’, que precede al sujeto, sin que exista algún tipo de relación con el hombre). Por otro lado una posición criticista pero no-realista, que parte de un sujeto ‘puro’ que es quien pone las determinaciones a todo el caos externo al sujeto. Marx, a diferencia de uno y de otro, no parte de las formas apriorísticas de la sensibilidad y el entendimiento (el sujeto ‘puro’, la ‘razón pura’, etc.), ni del objeto abstracto, la naturaleza, o la materia infinitamente indeterminada e indestructible, sino de la praxis de los sujetos sociales históricamente determinados. Por eso dice, junto con Engels, que sus premisas pueden comprobarse “por vía puramente empírica” (La ideología alemana). Creo yo que esto es lo que se encuentra por debajo del señalamiento de Labriola, remarcado por Gramsci, de que la filosofía de la praxis es una filosofía nueva y autónoma, "independiente de todas las demás", justamente por estar fundada en un nuevo objeto que no es ni la materia abstracta ni el sujeto abstracto sino la praxis concreta.

Teniendo presente estas consideraciones, me da la impresión que volver a poner el acento en el elemento material (tanto como en el subjetivo como contrapartida) expresa cierto corrimiento el eje filosófico que Marx puso de manifiesto en las Tesis sobre Feuerbach y que desde ahí estuvo presente en su pensamiento hasta su muerte. Es decir, del concepto de praxis pueden deducirse tanto el objeto a transformar como la actividad del sujeto, que no es actividad de la conciencia –como para los idealistas– sino actividad práctica sensible. Para hacerla corta, entiendo que es desde el concepto de praxis que se supera la dicotomía materialismo-idealismo.

Por eso, no queda claro cuando afirmas que los gramscianos están en lo correcto al hablar de praxis pero se equivocan al no tomar en cuenta el concepto de ‘nuevo materialismo’. ¿Qué significa ‘nuevo materialismo’ sino es praxis humana determinada histórica y socialmente? ¿No damos por sentada la 'materia' o el objeto cuando hablamos de praxis? El ‘materialismo’ de Marx no puede considerar a la materia como la entienden las ciencias naturales (ya que no es su objetivo determinar propiedades fisico-químicas), menos como la entendía el materialismo metafísico, sino que se considera a la materia como “social e históricamente organizada para la producción” (Gramsci).

Después, cuando marcas que Gramsci al hacer hincapié en el término ‘histórico’ de la expresión ‘materialismo histórico’ desconoce el ‘nuevo materialismo’ porque “el materialismo es condición de posibilidad para la praxis”, queda igual de confuso. Si la praxis es la actividad práctica, sensible y consciente, que transforma un objeto más allá del aspecto utilitario individual, la teoría también es condición de posibilidad de la praxis, ya que sin la teoría la praxis sería ciega, no reconocería la legalidad del objeto y por tanto sería un tipo mas de praxis subjetiva. Lo ‘histórico’ del materialismo histórico es justamente el principal determinante de la actividad del sujeto y es a partir de él que el socialismo procede científicamente marcando el grado de realismo de la ideología y la política.

Después, para ir terminando con el contenido del posteo, dos últimas cosas.

Primero: cuando decís que si se critica a Trotsky por hablar de dialéctica materialista –cosa que también hacía Stalin– habría que criticar también a Gramsci por intentar ‘traducir’ conceptos de Croce como el de ‘momento ético-político’, no queda claro cuál es el propósito de uno y cuál el propósito del otro. O sea, cuando Gramsci se refiere a la traductibilidad de los lenguajes yo entiendo que está dando indicaciones de carácter metodológico para reconstruir una totalidad histórica como ‘concreto de pensamiento’, está previniendo contra una aplicación mecánica de categorías y buscando que por medio de la exposición las categorías “emanen” de la explicación y el desarrollo del contenido (la categoría se mantiene como forma y la traducción se revela verdadera, “orgánica”, en tanto un nuevo contenido logra expresarla).

La referencia de Trotsky a la dialéctica es directamente una defensa de ésta como el “método fundamental del análisis marxista” frente a los negadores de la dialéctica, esto representa una discusión mucho más profunda, directamente política, no una indicación metodológica como hace Gramsci. Ahora, cuando Trotsky habla de la relación entre materialismo dialéctico y materialismo histórico, de hecho, no dice algo muy diferente a lo que dice Stalin. Trotsky, al referirse al materialismo histórico dice “es una aplicación de la dialéctica materialista a una parte distinta, aunque enorme, del universo” (Tendencias filosóficas del burocratismo); Stalin dice “El materialismo histórico es la extensión de los principios del materialismo dialéctico al estudio de la vida social, la aplicación de los principios del materialismo dialéctico a los fenómenos de la vida de la sociedad, al estudio de ésta y de su historia” (Materialismo histórico y dialéctico). Ahora, ¿Qué digan algo similar respecto a la dialéctica implica que de hecho la dialéctica en Trotsky y la dialéctica en Stalin es lo mismo? Para mi no. Si pensamos la dialéctica en Trotsky y en Stalin mediada por el concepto de praxis (actividad a la vez subjetiva y objetiva, práctica y teórica), no centrándonos en lo que uno u otro dijo o escribió sobre la dialéctica sino poniendo la mira en la praxis de cada uno, yo digo que la dialéctica en Trotsky es crítica y revolucionaria, y que en Stalin la dialéctica impide la revolución, es decir, en Stalin la dialéctica no existe.

Segundo: cuando afirmas que si se habla únicamente de praxis se cae en una concepción ‘expresiva’ de la relación entre teoría y práctica, como Korsch, hay algo que me queda picando. Siempre que se hable de praxis va a haber ‘expresión’, no veo ahí el problema. Hablar sólo de praxis puede llevar no a una concepción ‘expresiva’ de la relación teoría-práctica, sino al subjetivismo, por eso es necesario pensar la praxis determinada por la historia. El problema de Korsch no es que habla sólo de praxis, también habla de materialismo dialéctico, el problema es que tiene un concepto limitado de praxis: para Korsch la teoría es siempre expresión de la práctica, es la racionalidad implícita de una práctica sobre la cual todavía no existe conciencia filosófica (el tipo escribe en 1923, tiene praxis sobre la cual reflexionar aunque en lo político no estuvo muy ducho...). Este criterio ‘expresivo’ de la teoría es el que indica que la teoría es interior a la praxis, que surge de ella, es más, a partir de este criterio es posible diferenciar la dialéctica de Trotsky de la de Stalin, ya que la praxis de uno y la de otro ‘expresan’ distintas teorías. Lo que completa el concepto de praxis, cosa a la que Korsch no llega, es que la teoría se mueve de forma relativamente autónoma por sobre la praxis, pudiendo adelantarse a ésta y prefigurar una práctica que todavía hoy no existe, transformando la práctica previa. Ese es justamente, el paso revolucionario, la "subversión de la praxis" (R. Mondolfo).


En definitiva, creo que la idea de praxis es central para la filosofía del marxismo. Es mas, me animaría a afirmar que sin el concepto de praxis es mucho más difícil explicar nuestras diferencias estratégicas con el PO en la discusión sobre la construcción del partido y el desarrollo de la conciencia de clase. ¿No es la necesidad de que la clase obrera haga una experiencia práctica conciente lo que diferencia nuestra concepción de avance hacia partido de la concepción del PO para quien ya hubo con el FIT “una revolución en la conciencia política del proletariado”?



1] “La verdad es el todo” decía Hegel. Por la misma razón Marx se ataja de ‘adelantar resultados’ en el Prólogo a la contribución del 59, o antes lo mismo, Hegel con la Fenomenología.

[2] Esta posición de que el marxismo había ya superado a la filosofía fue propia de la ortodoxia socialista de la II Internacional. Para Engels el materialismo naturalista podía aclararle a las ciencias “su posición en la conexión total de las cosas y del conocimiento de las cosas, se hace precisamente superflua toda ciencia de la conexión total”, y por eso “de toda la anterior filosofía no subsiste al final con independencia más que la doctrina del pensamiento y de sus leyes, la lógica formal y la dialéctica” (Anti-Dhüring).

[3] Desde A. Sánchez Vázquez postula la praxis, todo el esquema teoricista de Althusser sobre una supuesta ‘práctica teórica’ se derrumba.

sábado, 26 de abril de 2014

Gramsci, Estado, hegemonía




Al final de este post, comentábamos algunas cuestiones relativas a la comparación de los puntos de vista de Los Usos de Gramsci y The Gramscian Moment.

Fernando Aizcizon me apuntó que me olvidé de los movimientos ambientalistas (parece que se había entusiasmado -o no se lo creyó y aprovechó para hacérmelo notar- con lo que dice el último párrafo de este otro post).

Pero volviendo al costado teórico de la cuestión, me parece que hay que seguir haciendo el cruce entre la lectura que planteara Portantiero allá por los finales de los '70 y la propuesta de Thomas, cuyo libro fue publicado en 2009 y viene siendo tema de debate en la izquierda europea, ya que si bien son distintas, tienen algunos puntos de contacto.

En primer lugar, Portantiero y Thomas coinciden en que Gramsci aporta como elemento nuevo la cuestión del análisis en los cambios de las formas estatales. Para Thomas, Portantiero podría ubicarse entre los que tienden a ver la hegemonía como una teoría del poder político y en particular de los cambios en las formaciones estatales (y se refiere a Los Usos de Gramsci en tal sentido). 

Sin embargo, el hincapie de Portantiero en la idea de que Gramsci es el único marxista que percibió los alcances de  los cambios en las formas estatales en la entreguerra ("neo-corporativismo" combinado con "autonomía de la política", expresados en estados con base de masas que daban más poder a los sindicatos reformistas y a la vez daban mucho peso a la intervención estatal en la economía), coincide con el rescate que practica Thomas de la categoría de Estado Integral que redefine el significado y las relaciones entre la sociedad política y la sociedad civil

En este punto, Thomas es bastante eficaz cuando polemiza contra Perry Anderson acerca del tratamiento de esta cuestión en Gramsci. Sostiene que Gramsci supera los "modelos" relativos a la distribución de "consenso" y "coerción" exclusivamente en la sociedad civil o exclusivamente en el estado, planteando el concepto del Estado integral en el cual las distinciones entre sociedad civil y sociedad política son relativas dentro de una nueva forma de relación entre ambos términos en la cual lo central es su unidad.

Si bien Portantiero estaba más cerca de la idea de "Estado ampliado" de Buci-Glucksmann, no hubiera estado en desacuerdo con esto. Aunque tienen diferencias en la forma de analizar la cuestión de la revolución pasiva. Thomas la ve como época a partir del post-1848 y Portantiero como un proceso más propio del período de entreguerras, aunque contradictoriamente éste último planteaba la revolución pasiva más como capacidad de respuesta del capitalismo y Thomas más como fracaso de la hegemonía proletaria (ver acá acerca de la cuestión de la revolución pasiva y Trotsky y acá sobre los problemas de la tendencia a generalizar más o menos la categoría).

Retomando entonces lo del principio, yo destacaba que contra la visión supuestamente más estratégica de Portantiero, que termina dilyuendo la lucha de clases en los "tiempos largos" de la guerra de posiciones, había que rescatar la centralidad de la teoría de la hegemonía (que a su manera propone Thomas) como forma de superar el sindicalismo y el electoralismo. 

En la práctica, ese rescate de la lucha por que la clase obrera asuma una posición "hegemónica" es lo que nos permite -al PTS y la corriente internacional de la que forma parte- intervenir en distintos movimientos sociales o establecer relación con ellos (de mujeres, pueblos originarios, por cuestiones ambientales, inmigrantes) con la perspectiva de la unidad con el movimiento obrero; en el movimiento obrero con la perspectiva de tomar las demandas del pueblo pobre y todos los sectores oprimidos  (como los antes señalados); y en los parlamentos con una política "por arriba" que une ambas líneas de acción, ligando estrechamente los planos social, sindical y político a la intervención activa en la lucha de clases.

Ahora bien, en el enfoque de Thomas y su relación entre revolución pasiva y hegemonía como "antítesis vigorosa" se expresa una cierta afinidad con el punto de vista de Portantiero, o mejor dicho, puede llegar a un resultado parecido. Thomas sostiene que la revolución pasiva es una forma de duración (es decir, continuidad sin progresividad histórica) del sistema capitalista, y que mientras el proletariado no construya su propia hegemonía se impone la revolución pasiva. 

Sin embargo, esta idea de la construcción de un aparato hegemónico está planteada sin establecer una relación con la experiencia de la clase obrera y sus organizaciones en la lucha de clases (lo cual a su vez incide en el tipo de instituciones a través de las cuales pensamos que la clase obrera puede conquistar la hegemonía). De esta forma, frente a la "duración" de la revolución pasiva los tiempos de la construcción de la hegemonía pueden volverse también "vacíos". Esto guarda relación con una tendencia para mí constante en la interpretación de Thomas que es la de exacerbar las aristas de "superación del aspecto económico-corporativo" que contiene la teoría de la hegemonía, como en la interpretación que hace de la NEP. 

Pero ese es tema para otro post. 

viernes, 11 de abril de 2014

El paro general en Argentina, los sindicatos, el peronismo y la izquierda



De acuerdo con lo que dice Fernando acá y de paso agregamos o complementamos algunas cuestiones, intentando no caer en el exceso de análisis al que somos tan proclives los argentinos (aunque seamos internacionalistas):

-Queda claro el peso de los sindicatos en la vida nacional (y de paso la ridiculez de los que proponían protestas de la confitería Richmond en Plaza de Mayo, convocadas por el FIT, como si éste pudiera reemplazar las centrales obreras o los que proponían similares tertulias pero en otras plazas). No obstante esto, sigue planteada la contradicción entre el peso de los sindicatos en la estructura del peronismo y el Estado argentino y la tendencia política que predomina en los candidatos que se proponen suceder a CFK. Siendo que cualquiera de ellos, sea Massa o Scioli o Macri (no sé si lo pongo por piedad o por sarcasmo...), no tiene nada que ofrecer al movimiento obero, salvo ajuste, que hoy aparece como ajuste negociado, pero es poco probable que pueda sostenerse en esa tónica durante uno o dos mandatos más. En este contexto, si bien la burocracia sindical es un pilar del régimen político argentino y precisamente lo es por su control del movimiento obrero, lo cierto es que la perspectiva de ligarse a proyectos políticos patronales que poco y nada tienen para ofrecer, deja a Moyano (más que a Barrionuevo, que de todos modos dirige mucho menos) en una situación incómoda, sin alternativa, que es la que "sobredetermina" (como le gusta decir a los académicos) su extrema moderación (paro dominguero, discurso contra los piquetes, etc.), El otro plano de este problema, es que no hacer nada es la mejor forma de seguir dejando que la izquierda gane peso. En el fondo, el peronismo no puede resolver "históricamente" el problema del peso "excesivo" de los sindicatos sin derrotas de mayor magnitud, que van mucho más allá del ajuste "negociado", ni la burocracia puede conseguir un vuelco en la relación de fuerzas sin dar una lucha más seria, que abre a su vez la posibilidad de distintos "desbordes" y si la clase obrera le agarra el gustito a las demostraciones de fuerza que ponen de manifiesto su enorme peso social en la Argentina, el peronismo tiene un problema. 

-El peso de los sindicatos en la vida nacional, plantea que no puede pensarse ninguna estrategia para desarrollar una izquierda que talle como actor en la política nacional, por fuera del o mejor dicho eludiendo el trabajo en los sindicatos (ya que por afuera de ellos también hay muchas tareas). En ese sentido, preferimos el denominado por Perry Anderson como "el último consejo de Lenin al movimiento comunista de occidente" (lucha por el Frente Unico para ganar a la mayoría de la clase obrera, organizada en sindicatos, lo cual incluye la lucha por recuperar esas organizaciones), que el primer consejo de Morales Solá al PTS, (dedicarnos más al electoralismo y menos a la acción directa), aunque no negamos que quizás en Lichtenstein o Suiza pudiera llegar a ser un consejo realista. Curiosamente, la propuesta de que nos constituyamos como un "massismo rojo" termina uniendo al columnista de La Nación con los voceros de la Mazorca peronista....

-Se podría decir que durante el 2013 pareció predominar la tendencia a la constitución de un partido (entendido en el sentido histórico) por la vía del desarrollo parlamentario de la izquierda. Esta "hipótesis", marginal en la historia del movimiento obrero argentino, pródigo en huelgas generales, piquetes, comisiones internas y coordinadoras, pero poco avezado en el parlamentarismo obrero, parecía aparecer con fuerza, marcando las vías de evolución de la relación entre el movimiento obrero y la izquierda. Precisamente, una de las cosas que quedó clara ayer, es que el desarrollo electoral o parlamentario es un "clavel del aire" sin el peso orgánico y el trabajo de base en los sindicatos. Y si la "crisis de autoridad" de la burocracia sindical en los gremios que llamaron a no parar y la base paró igual es una amenaza que se cierne en cierto modo sobre toda la burocracia, esto no sería posible si no existiera un trabajo sistemático de la izquierda, en particular del PTS, en el movimiento obrero y los sindicatos. No obstante esto, desde el punto de vista de las posibles vías de recomposición de la izquierda, en cierto modo todas están más o menos verdes y todas siguen abiertas (desarrollo del FIT, desarrollo del sindicalismo combativo, constitución de corrientes clasistas en los sindicatos, desarrollo de instancias de coordinación, surgimiento de tendencias a la independencia de clase, etc.), pero la contradicción entre el rol "reformista" de los sindicatos y la tendencia a la constitución de un peronismo de centroderecha ajustador, abre la perspectiva de desarrollos más amplios, donde lo electoral esté subordinado a fenómenos más profundos en el movimiento obrero. 

-(Sepan disculpar la digresión...) Hace unos días le vengo dando vueltas a algunas discusiones relacionadas con los estudios gramscianos, a saber: las disímiles propuestas de cómo entender los Cuadernos de la Cárcel de Juan Carlos Portantiero y Peter Thomas. El primero dice que como Gramsci no es un profesor de ciencia politica no se puede articular ninguna lectura a partir de uno o dos conceptos, sino de una propuesta de "guerra de posiciones" como "estrategia de largo aliento para la conquista del poder". Peter Thomas sostiene que la teoría de la hegemonía es el punto de elaboración más alto de los Cuadernos y que todos los conceptos restantes como "revolución pasiva", "guerra de posición", "occidente y oriente" deben subordinarse a aquella. Yo creo que tiene razón Thomas, porque la reflexión de los Cuadernos se ubica más en el plano de la teoría política que en el de la estrategia, pero sobre todo porque la "guerra de posición" en la interpretación de Portantiero termina introduciendo un componente temporal (tiempos largos tendientes a infinitos) que vuelve intrascendente la lucha de clases, mientras que rescatar la teoría de la hegemonía (depurada de sus desplazamientos populistas) hace a la crítica del sindicalismo tanto como del electoralismo. Y más en general, más allá de la teoría, mucha "guerra de posición" termina en "posicionalismo" más o menos absoluto que termina siendo una mera ocupación de espacios.

Desde este punto de vista, toda conquista de posiciones en los sindicatos, los centros de estudiantes o los parlamentos, cobra sentido como parte de la lucha por que la clase obrera se constituya en sujeto y soldar en la lucha común la alianza obrero-popular con el movimiento estudiantil combativo, los movimientos de mujeres, los pueblos originarios y los pobres de las grandes barriadas. Gracias a esa práctica, ayer hubo una voz alternativa a la de la burocracia en el paro nacional más importante que se haya hecho contra un gobierno kirchnerista.

jueves, 10 de abril de 2014

El Gobierno miente alevosamente: la inmensa mayoría de los trabajadores se sumó libremente al paro nacional



10 APR 2014 | Los diputados del PTS en el Frente de Izquierda Christian Castillo y Nicolás del Caño respondieron al Jefe de Gabinete Jorge Capitanich. “Pretende tomar por estúpido al pueblo argentino diciendo que 40 piquetes son los que impidieron que millones de trabajadores estén trabajando (...)

Completo, acá.

miércoles, 2 de abril de 2014

Frente Único: la actualidad de una cuestión estratégica

puzzle-obrero-01



Artículo que escribimos con Fernando Rosso en el número 7 de Ideas de Izquierda (Marzo 2014)



En las conclusiones del libro Las antinomias de Antonio Gramsci, Perry Anderson planteaba a fines de los ‘70 que “(…) la tarea que debía realizar el frente único está aún, cincuenta años después, sin resolver. Las masas de Norteamérica, Europa occidental y Japón aún tienen que ser ganadas para el socialismo revolucionario en su pluralidad. Por lo tanto, la problemática central del frente único –el último consejo estratégico de Lenin al movimiento de la clase obrera occidental antes de su muerte, el interés principal de Gramsci en la cárcel– conserva hoy toda su validez (…) Las discusiones internacionales que unieron y dividieron a Luxemburg, Lenin, Lukács, Gramsci, Bordiga o Trotsky sobre estos temas representan la última gran polémica estratégica en el movimiento obrero europeo”.

Completo, acá.