viernes, 27 de mayo de 2011

Texto de ficción ( y no tanto)

Esto lo tenía guardado por ahí. Lo comparto con los amigos entre actividades de la campaña del FIT.



Round O


Terapia

La técnica aprendida en el Liceo era sin duda efectiva. Los oficiales sabían dónde pegar y cómo, había pensado mientras se tomaba una cerveza un rato después de la pelea.

La próxima te mato, 
le dijo a una cara con más sangre que dientes. El tipo había aguantado bastante. Se levantó dos veces por lo menos, pensaba, aunque no retenía los detalles de ese tipo de situaciones.

Igual no había que confundirse. Un tipo que le pega a su mujer es, ante todo, un cobarde y un mal tipo. Su capacidad de recibir un castigo no decía nada sobre su entereza. Además su hermana no tenía por qué cargar con los fracasos de él.

El laberinto “familiar” se había ido enrareciendo con los años. 

El momento más complicado había sido cuando se había enterado de que él, oficial del Ejército Argentino, era en realidad el hijo de dos “subversivos”. Un desgarramiento tenía lugar en su interior. Su naturaleza altruista se rebelaba contra la injusticia que suponía toda la situación. Pero su formación ideológica derechista reaccionaba con repugnancia contra su verdadera identidad. 

Él, que se había esforzado por ser el prototipo de un oficial para contentar a sus apropiadores sin saberlos tales, había consumado en su propia persona la venganza personal de los milicos contra sus verdaderos padres. Todo lo que había aprendido a ser, era en realidad lo contrario de lo que su identidad le marcaba qué era, o que debía ser. Las cosas se habían complicado.

Primero pensó en pegarse un tiro. Pero la idea se disipó rápidamente. No hubiera estado apuntando a la cabeza que merecía la bala. Y mal que mal, él todavía tenía que definir un par de cuestiones gruesas, como para irse sin pena ni gloria. Sin haber enderezado las cosas. Pero apuntar a la cabeza que tenía todos los números también tenía sus problemas. Si mato a estos tipos, voy a tener que ocultar mi identidad para siempre, pensó. 

Finalmente, todo se blanqueó en una noche cualquiera, en la que el coronel retirado que le hacía de padre empuñó una 9 mm contra él y se llevó una muñeca rota y varios moretones. Se fue. Del ejército y de su casa.

Su hermana eligió o hizo como que elegía su identidad tergiversada. Para ella, era mejor hacer de cuenta que no había pasado nada. Su panorama, de todos modos, era bastante peor que el de su hermano. Encerrada en su pequeña jaula de apropiadores y milicos, se había casado con un policía bonaerense.

Le gustaba verlo de uniforme de gala. También le gustaba la prolijidad de su pelo corto. La primera vez que le pegó, no le pareció tan mal después de todo. Mi guerrero quiere sentir que manda, pensaba. Pero esa estupidez no duró mucho. Se había cansado de los malos tratos.

Ella nunca lo había dejado meterse. Justificaba con débiles argumentos a su marido. Pero Martín pensaba que de última, no tenía sentido hacerse el chapulín colorado, si ella se quedaba con el tipo. Sin embargo, esta vez el cana se había pasado de largo.
Se subió a la moto y fue a esperar al cana en la esquina de su casa.

¿A qué venís acá, zurdo de mierda? No parecía una forma amable de recibir al cuñado. Los primeros golpes le ensangrentaron la cara. El cana no podía hacer foco, golpeaba sin precisión, como queriendo descargarse la bronca, pero resignado a la derrota. Lo dejó en el piso, tratando de recuperar el aire y con la cara rota en todo el sentido del término. La próxima te mato, le dijo.


Con los pies

Se hacía de noche. La cerveza acompañaba pero no hacía milagros. Estaba más tranquilo pero sabía que no se iban a arreglar las cosas con una paliza. O capaz que sí.
O capaz que en cualquier momento recibía un tiro en la panza de algún lumpen enviado por su cuñado, ansioso de devolver gentileza por gentileza.

Habiendo roto con su entorno de apropiadores, había aprendido a ver las cosas desde otro punto de vista. Le había costado mucho, pero en última instancia había logrado mantener la disciplina, que para él era algo innegociable con cualquier identidad por asumir. La clase trabajadora es un ejército, porque la burguesía la transforma en un ejército, le había dicho un amigo en una larga noche de conversaciones. Sonaba bien pero no convencía del todo. El capitalismo la concentra, la vuelve homogénea y le da una disciplina. Y si es un ejército dónde están las armas, había contestado. No era fácil pasar de la casta que tiene los fierros al mundo de los que andan mayormente desarmados o armados con escaso poder de fuego.

Cuando vean la necesidad de armarse, los trabajadores conseguirán las armas, le había dicho su amigo. No le pareció una mala respuesta. Tenía razón. Además había fierros disponibles por cualquier lado. Pero le parecía demasiado espontáneo el planteo. Después de todo, el Ejército Rojo había sido un ejército regular de 5 millones de campesinos, cuadros obreros, oficiales bolcheviques y del viejo ejército zarista. Esa constelación se sostenía con una organización y una disciplina ejemplares.

Eso es otra cosa, le contestaba su amigo ¿Cómo otra cosa? No empecemos con la dialéctica. La dialéctica le causaba admiración y desconfianza a la vez. Le parecía a veces un recurso para zafar cuando su amigo no podía explicarse bien.

-Pero Trotsky organizó un ejército ¿sí o no? ¿Vos por qué querés nada más que una milicia?
-Si no podemos hacer una milicia olvidate de hacer un ejército- le dijo el otro.
-Ta bien, vos siempre tenés el último argumento. Ya me rompés las bolas
-Che, aflojale al lenguaje sexista…
-Uhh, listo, cambiemos de tema
-No, gil, te digo en serio ¿Cuándo vas a romper con los milicos?
-¿Por qué no te vas a la puta que te parió? –Martín se largó a reír-
-A mí no me da tanta risa, che…

Al fin y al cabo, lo de él era la acción y no la discusión ideológica. No le atraían para nada las discusiones por el gusto de discutir. Pero necesitaba discutir por discutir. Necesitaba saber. Saber más. Saber cada vez más.

-Che y vos que hablás tanto de la guardia roja y todo eso ¿Estuviste en algún enfrentamiento serio?
-¿Por qué querés saber eso?-dijo el otro, sorprendido
-¿Cómo por qué? Porque de la gente hay que escuchar lo que dice con la boca y mirar lo que hace con los pies…
-¿Con los pies?… nunca me gustó el taekwondo…
-No, boludo, vos sabés lo que te quiero decir, no te hagas el gil… A mí tampoco me gusta el taekwondo, dicho sea de paso…
-Mirá, en primer lugar yo no hablo mucho ni de la guardia roja ni de ninguna otra cosa. Vos me hacés hablar porque te la pasás preguntando. Lo otro, es cuestión de seguridad…
-Ah bueno, listo ¿ahora te hacés el misterioso? ¡Si estás más quemado que yo!
-Cortala un rato, che ¿O me querés interrogar como los milicos?
-Próximo chiste de esos y te arranco la cabeza de una piña ¿Estamos?
-¡Sí, mi teniente!
Martín no se pudo aguantar la risa. Le causaba simpatía el estilo irreverente de su amigo. Ya se había juntado demasiado con gente obediente en el pasado.

Los pibes

Pagaron y se fueron del bar. Se encontraron a las tres en Constitución. A las cinco tenían que estar en la puerta de la fábrica. Se durmieron de a ratos en la hora y media de viaje en colectivo. Cuando llegaron a la puerta, vio a los que se habían concentrado, formados en filas perfectamente organizadas.

Qué disciplina, pensó. Capaz que su amigo tenía razón con eso de que la clase trabajadora era un ejército ¿Pero por qué tardaba tanto en darse cuenta?
La mañana despuntaba lenta y muy fría. Pasaban los mates entre los grupitos. No había peligros a la vista. Pero faltaban cinco minutos para el horario de entrada del primer turno. Los carneros podían venir y como habían dichos los compañeros, había varios que se querían ir a las manos. La distancia perfecta que guardaban las filas de centinelas obreros generaba respeto. Gente venida de los más diversos lugares se había concentrado ahí para acompañar la medida. Sobre el portón mismo de la planta, los trabajadores cantaban y saltaban con sus buzos azules, pero en el mismo salto y el canto, guardaban un orden combativo. El que venga a romper esto va a tener que estar bien organizado, había pensado Martín y miraba a hombres y mujeres formados por igual a la espera de lo que viniese.
Y tenía razón. Los carneros se habían guardado para mejor momento. La lucha desigual de los pibes había pasado una prueba.

Rutina

Trabajar como empleado de seguridad en un hipermercado de Avellaneda no se acercaba mucho a ningún ideal que hubiese perseguido antes o después de conocer su verdadera identidad. En última instancia, prefería eso antes que el infierno del que venía. Además, siempre era mejor ser un laburante que un milico. Los demás trabajadores, sin embargo, lo miraban con desconfianza. No lo conocían, pero desconfiaban de los de seguridad. Así que llevó un tiempo hacerse amigo.

Lo más incómodo era cuando se le ponían a hablar los policías, como si fueran del mismo palo, aunque los canas no ocultaban su desprecio por los que andaban “sin máquina”. Martín, por su parte, después de la “terapia familiar” que tuvo que aplicar en aquella ocasión, no se los bancaba a los canas ni dos minutos.

Se hacían largas las jornadas, de florero en el hiper. Por lo menos no tenía que vestirse como un policía de repuesto, como lo hacen los agentes de las empresas de seguridad. La camisa blanca era digna y discreta. Al principio le dieron una gorrita pero se la fue olvidando sistemáticamente hasta que dejaron de exigirle su uso. Prefería quedar de noche en el depósito, así podía dedicar el turno completo a leer. De hecho, el que le había ofrecido ese trabajo, había pensado en él porque lo había visto con libros varias veces, sin saber sobre su formación militar. Si te gusta leer, te viene bien el laburo. No tenés que hacer nada, le había dicho el tipo. Para trabajar tercerizado y con medio sueldo en negro, sin duda, es necesario ser un intelectual, había pensado.
Y se reía solo mientras enhebraba la sentencia en largas noches de lectura.

Reflexiones 

Le parecía que era mucho más fácil para la gente compartir con los marxistas un reclamo puntual que las ideas más de fondo. Eso no dejaba de tener sus contradicciones. Sentía que la gente usaba a los militantes cuando los necesitaba y que los dejaba de lado cuando había logrado lo que quería. 

Las experiencias por las que pasaba su amigo en el sindicato docente le servían de apoyo para su escepticismo.
La gente de carne y hueso que protagonizaba la lucha de clases no siempre quería motorizar la historia o mejor dicho, no quería conducirla al mismo lugar que los marxistas. 

Entonces, entre el frío desenvolvimiento de los modos de producción y los grandes fuegos de la lucha de clases quedaba un hueco, que era el de la propia subjetividad de sus protagonistas. Ahí su amigo tenía razón sólo en parte.

Para que la clase trabajadora fuera realmente un ejército, tenía que pasar por el aprendizaje del fuego y del acero. La condición de clase no necesariamente era conciencia de clase. Y ese aprendizaje, él lo sabía mejor que nadie, requería de un estado mayor y de oficiales.

Cuando llegó a esa conclusión, se dio cuenta de que la peor parte era para él. Si él tenía claridad de que la realidad del capitalismo era la explotación y la degradación, ¿no estaba obligado a intentar conducir a los demás hacia las mismas conclusiones?

¿Y cómo podía hacerlo sin entrar en esa relación un poco utilitaria que la gente establecía con la militancia para lograr ciertas cosas y nada más? Así era por el momento y no iba a mejorar las cosas manteniéndose al margen.

Esa madrugada, salió del trabajo y se fue para su casa. Se hizo unos mates. Rosamonte amargo cambiaba la perspectiva del cansancio. Se tiró un rato. A las 7.30 llamó a su amigo y le dijo: Quiero entrar al partido.


Bloody Sunday

-Me agarraste medio dormido, le dijo el otro.
-Cómo ¿no era que se juntaban a las 6 antes de entrar a la fábrica?
-No jodas, boludo. Charlemos, contame lo que estabas pensando…
-¿Vos viste Bloody Sunday?
-¿Bloody Sunday? La película sobre la represión en Irlanda…
-Esa ¿la viste?
-Sí, la ví ¿Qué tiene?
-¿Qué le falta a los manifestantes?
-De todo-dijo el otro- Ni siquiera está bien organizada la marcha…
-Y los ingleses, en cambio, tienen tropa, cuadros y oficiales, además de fierros…
-Sí, tienen una organización superior. Tienen un estado mayor que conduce la acción, tienen tropas especiales, tienen todo…
-Bueno, lo que te quiero decir es que ya entendí. Quiero ser del partido.
-No me jodas....

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