domingo, 1 de mayo de 2011

Sobre hegemonía y determinación de clase

El 27 de abril se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de Antonio Gramsci. Lejos que querer hacer una efeméride o repetir las cualidades de un militante político comunista que se mantuvo inflexible frente al fascismo en su encierro carcelario y que incluso los demócratas más enemigos de sus ideas rescatan como ejemplo moral, quisiera comentar algunos puntos teóricos, que abordé de otra forma acá.

Cuando salió el libro de Burgos sobre Pasado y Presente, me parecía que había que discutir contra la idea de que Gramsci había habilitado la posición de que la hegemonía es una articulación de sujetos varios sin determinación de clase. Cito un poco extensamente para desarrollar después la discusión sobre el tema:

” Raúl Burgos, que ha escrito un trabajo exhaustivo y muy bien documentado sobre la experiencia de Pasado y Presente, pero con deplorables conclusiones políticas (algunas de las cuales hacen incluso dudar del nivel de lectura de los diarios del autor), considera un viraje teórico novedoso el redescubrimiento de la democracia por parte de Aricó y Portantiero, y sostiene que aunque en Gramsci el concepto de hegemonía era inseparable de la centralidad de la clase obrera como sujeto revolucionario, ‘Lo que Gramsci ofrece es una nueva lógica para pensar la cuestión, que posibilita su extensión para una teoría general de la hegemonía que no necesite sustentar la centralidad de ningún sujeto privilegiado. Ésta será, por ejemplo, la propuesta de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe’”. Sin embargo, es absolutamente falso que esa operación se desprenda lógicamente de las elaboraciones de Gramsci. Es cierto que Gramsci opone la hegemonía al interés corporativo de la clase obrera, como comentábamos a propósito de la NEP. Hemos señalado que en la discusión sobre la política de Stalin y Bujarin, Gramsci cometió un grueso error político. Sin embargo esto debe ser separado de la premisa correcta en términos teóricos de que el interés del Estado obrero, puede contraponerse en determinadas situaciones al interés de la clase obrera corporativamente entendido, con la salvedad que hacía Lenin de que la clase obrera tuviera sus propias organizaciones para a su vez defenderse del Estado obrero, afectado de graves deformaciones burocráticas, aún antes de la stalinización. En términos teóricos, Gramsci definía la hegemonía como el momento en que ‘se logra la conciencia de que los propios intereses corporativos, en su desarrollo actual y futuro, superan los límites de la corporación, de un grupo puramente económico y pueden y deben convertirse en los intereses de otros grupos subordinados. Esta es la fase más estrictamente política, que señala el neto pasaje de la estructura a la esfera de las superestructuras complejas; es la fase en la cual las ideologías ya existentes se transforman en “partido”, se confrontan y entran en lucha, hasta que una sola de ellas, o al menos una sola combinación de ellas, tiende a prevalecer, a imponerse, a difundirse por toda el área social; determinando además de la unidad de los fines económicos y políticos, la unidad intelectual y moral, planteando todas las cuestiones en torno a las cuales hierve la lucha, no sobre un plano corporativo, sino sobre un plano “universal” y creando así la hegemonía, de un grupo social fundamental, sobre una serie de grupos subordinados’. En la visión de Gramsci, la hegemonía supone la superación del estadío económico-corporativo del desarrollo de la clase dirigente, supone su elevación a clase nacional (como planteaba Marx en El 18 Brumario) y la aglutinación de los sectores populares en torno al programa de la clase que logra elevar sus intereses a intereses del conjunto de los sectores aliados, ‘no sobre un plano corporativo, sino universal’. Esto quiere decir que el interés de esa clase debe coincidir a su vez con el ‘nterés nacional’, lo cual es imposible si el grupo en cuestión no es un grupo social fundamental’.´Sea cuando piensa la dominación burguesa en la historia italiana o la hegemonía en la URSS, siempre para Gramsci la posibilidad de la hegemonía descansa en la existencia de una clase social fundamental. Por este motivo, la teoría de la hegemonía supone la de la centralidad de la clase obrera. Porque si la hegemonía es la articulación por la democracia de las demandas parciales de subjetividades en igualdad de condiciones, el único que ‘hegemoniza’, elevándose como instancia “universal” es el Estado, que por su parte consiste en el monopolio de la fuerza para defender la propiedad privada. O sea que el ‘reduccionismo clasista’, supuestamente dejado de lado, vuelve por la ventana postmarxista, pero ya no como centralidad de la clase obrera sino como aceptación de la burguesía como clase dominante. Es una lectura inofensiva de la hegemonía, ya que desplaza el eje de la confrontación contra el capital hacia la ampliación de la democracia a través de movimientos con demandas particulares, asimilables por el capitalismo. Por este motivo, solamente destruyendo las bases del pensamiento gramsciano, se puede presentar a Gramsci como un precursor del posmarxismo y de la izquierda democrática.”

Bueno, el tema es que me quedé pensando sobre este argumento y veo una veta que no me cierra; por el contrario creo que hay que profundizar en el aspecto que liga las posiciones de Gramsci con los gramscianos más reformistas y me parece que un punto importante es que su lectura de la “hegemonía” en la URSS está teñida de un sustituismo que reemplaza la dominación de la clase por la del grupo dirigente.

Esto es lo que planteó cuando sostuvo en 1926 que el proletariado tenía que sostener su dominación política al precio de mantener una posición social de clase subordinada, para defender la Neo-NEP de Bujarin y Stalin, lo cual sigue defendiendo en los Cuadernos de la Cárcel, cuando dice que la Oposición tenía una programa que llevaba al industrialismo y el bonapartismo. Cuando se posiciona de esta forma, el punto de vista dialéctico por el cual la clase obrera como clase dominante tiene que mantener su dominación política a costa del sacrificio de intereses económico-corporativos, se invierte transformándose en que el partido para mantener la unidad del grupo dirigente tiene que hacer concesiones a los campesinos contra la clase trabajadora. Gramsci pierde de vista que la centralidad de la clase trabajadora no puede ser solamente la del partido que tiene supuestamente el punto de vista de la clase, por lo cual la cuestión de fortalecer las posiciones sociales del proletariado al interior de la URSS era un problema candente, como señalaba la plataforma de la oposición conjunta. O sea que en parte Burgos (en realidad Laclau) tiene razón, en el sentido de que Gramsci, al ceder al Neo-populismo de Bujarin-Stalin va a una visión de la hegemonía en la cual el rol de la clase trabajadora como sujeto político está difuso, sustituido por la burocracia y como sujeto social subordinado a los campesinos.

Si bien Gramsci no dio el paso de liquidar la centralidad de la clase obrera, como hicieron los socialdemócratas y demócratas de izquierda, su posición política sobre la URSS, que después elevó a teoría en los Cuadernos tiene un denominador común con esas posiciones.

Desde este punto de vista, cobra más relieve todavía la radicalidad del punto de vista de Trotsky y la Oposición de Izquierda, que combatieron por fortelecer las posiciones de la clase obrera al interior de la sociedad soviética y contra la burocratización del Estado y del partido.

1 comentario:

Alejandro Cámac dijo...

Señor Dal Maso, el concepto de Hegemonía de Gramsci tiene muchos puntos de encuentro con el concepto kautskyano de "supremacía" de clase; ambos hacía referencia a la necesidad de que la clase obrera de occidente supere el estadío económico corporativo y logren la dirección política de los sectores "subalternos"; la diferencia es de estrategia, mientras Gramsci se inscribía a su manera en una lucha revolucionaria contra la democracia burguesa, y su decadencia que conducía al fascismo. Kautsky pensaba que la Supremaciá proletaria era la clave para regenerar la democracia, como democracia proletaria, y lo demás será la tragedia de Weimar.
Saludos, Cámac 2.0