miércoles, 26 de noviembre de 2014

PODEMOS, Gramsci y el Populismo

Fernando Rosso/Juan Dal Maso

El debate sobre el "populismo" realizado en Fort Apache (conducido por el eurodiputado Pablo Iglesias) es muy interesante para comprender el rescate "posmarxista togliattiano" con el que los voceros de PODEMOS intentan sostener una línea de continuidad entre Antonio Gramsci y Ernesto Laclau. Y así autoinvestirse como fenómeno emergente de una “situación populista" y por lo tanto como un movimiento político de carácter “populista”. Cabe aclarar que como ya se dijo infinidad de veces, "uso" de Gramsci, no necesariamente es "abuso", pero veremos que lamentablemente este no es el caso.





Un comienzo que es toda una confesión de parte: en un gesto muy poco "populista" y bastante "liberal", la referencia planteada por Iglesias y luego bendecida por Errejón es la política del PC italiano después de la Segunda Guerra Mundial. Para los referentes de PODEMOS, que consideran superada la lucha de clases del marxismo clásico, la historia "ético-política" se independiza del momento de la coerción, la fuerza y el enfrentamiento directo entre las clases (o entre el pueblo y las castas reaccionarias) e incurren en el mismo error que criticaba Gramsci a Benedetto Croce por iniciar su Historia de Europa en el siglo XIX después de la revolución y las guerras napoleónicas.

Este "error" es por otra parte muy funcional al conjunto de la argumentación. Ya que hablar del rol del PCI en la salida de la Segunda Guerra Mundial y de su política para sostener a cómo dé lugar la instauración de una democracia burguesa (bien retratada en la película Novecento), sería trazar un poco favorable paralelismo para el propio proceso de PODEMOS.

En segundo lugar, irse a reivindicar el "eurocomunismo" en Italia, permite no tener que hacerlo con el "eurocomunismo" español, que presentó su apoyo a los Pactos de la Moncloa como un equivalente del "compromiso histórico" llevado adelante por el PC italiano. Por eso el periodista Enric Juliana, el denominado por Iglesias como “gramsciano de derecha”, nombra la soga en la casa del ahorcado y les propone reivindicar la transición y especialmente el rol del PCE que luego de la “Matanza de Atocha” tenía la posibilidad de “incendiar las calles de Madrid y sin embargo no lo hizo”, a cambio de obtener al poco tiempo su legalidad e incorporarse al régimen.

Por último, cirscunscribirse a los inicios de la política "hegemónica" a la Togliatti, pero no a su desarrollo posterior, permite hacerse los distraídos sobre el ascenso obrero y popular que en Italia va del '68 al '79 (el más largo de Europa en esos años), en el que el PC jugó un rol ultraconservador y opuesto a los propios obreros cuya centralidad había dejado de lado en las décadas anteriores. La crisis del movimiento obrero y la izquierda italiana hoy debería llevar a reflexionar sobre qué relación tiene la situación actual con toda la experiencia previa del PC de Italia.

Algo más, si bien se dice que en el Estado español la recepción de las obras de Antonio Gramsci fue tardía e influida por la operación ideológica que llevara adelante Togliatti, lo cierto es que desde 1975 existe la edición de los Cuadernos de la Cárcel de Valentino Gerratana y una profusión terrible de estudios gramscianos (muchos de los cuales están en español) que han mostrado cada vez más como el proyecto teórico de los Cuadernos no es asimilable ni a la "vía italiana al socialismo" ni al "eurocomunismo" (lo cual permite por ejemplo trabajar sobre las convergencias y divergencias entre Trotsky y Gramsci) por lo que volver a unir Gramsci con Togliatti, aunque sea para llegar al más "de moda" Laclau, no deja de ser bastante retrógrado, desde el punto de vista del marxismo, pero también desde el de cualquier investigador interesado mínimamente en la obra de Gramsci.

Sobre la relación de Gramsci con Laclau, cualquier tentativa en tal sentido debería partir de reconocer que la "hegemonía" laclausiana pega un salto al vacío respecto de cualquier "populismo" que pudiera haber en Gramsci.

En efecto, si bien Gramsci sostenía en líneas generales la hegemonía proletaria y la centralidad de la clase obrera como sujeto, su posicionamiento en el debate al interior de la URSS en 1926 contiene un cierto desplazamiento de la centralidad obrera a un bloque popular dirigido por el partido "con el punto de vista" de la clase obrera.  Sobre esto nos hemos referido acá. Su posición sobre este tema en los Cuadernos es un poco ambivalente, en tanto sostiene que la hegemonía no puede ser solamente ético política sino también económica (C13 §18), con lo cual de alguna manera estaría matizando su posicionamiento anterior, no obstante mantener un tensión entre peso social y hegemonía política.En resumen, si bien es cierto que en Gramsci existe este desplazamiento, todo lo demás corre por cuenta de los que posteriormente quisieron ubicarlo como un teórico de la "hegemonía sin determinación de clase" como hicieran con distintas herramientas pero con un sentido similar José María Aricó y Ernesto Laclau.


En cuanto al uso de las herramientas teóricas de Laclau para analizar el "momento populista" que PODEMOS expresaría políticamente, resulta evidente que como al tándem de la Tuerka le está yendo muy bien, los muchachos están un poco subidos al caballo y esto genera una sobrevaloración de los efectos que generan los discursos políticos en la realidad y sus relaciones de fuerzas.

Además de lo señalado por el diputado de IU de que los "chavs" no están incorporándose a la "ciudadanía" por la vía de PODEMOS, con lo cual podríamos decir también que es un "populismo débil" o más bien un "populismo ciudadano", la exageración de la potencia creativa del discurso político pierde de vista el elemento central de todo "populismo": la creación (o utilización) de relaciones de fuerzas sociales como fundamento de la relación de fuerzas políticas.

Tomemos el caso de un "populismo" que conocemos bastante: el peronismo. Nadie dudaría de que Perón cambió para todo un largo ciclo el discurso político argentino, creo significantes "flotantes" o como se prefiera llamarlos, empezando por el propio peronismo, que es todo y es nada. Pero también creó una relación entre el Estado y los sindicatos, que persiste hasta el día de hoy, incluso cuando el peronismo viene inclinándose hacia los votantes de clase media y la administración de la pobreza, en detrimento de los sindicatos, desde la salida de la dictadura. Perón, además tenía de su lado a los militares, por lo menos hasta el '55. Y la reactivación económica argentina fue producto de la sustitución de importaciones durante la Segunda Guerra.

En resumen, no tenía solamente el "discurso performativo" (“El sujeto es segundo con respecto al discurso”, dice Alemán en la mesa) sino fuerzas sociales y materiales en las que apoyarse. Y si había un “vacío” relativo era en el marco internacional del ya no más del imperialismo inglés y el todavía no del imperialismo norteamericano. En este contexto, la teorización de Laclau, ex integrante de la "izquierda nacional" argentina, no deja de tener un poco de "picardía peronista": canta loas al giro lingüístico para hacer el peronismo más digerible para los europeos, pero sabe que la única verdad (o por lo menos una parte muy importante de ella) es la realidad de los aparatos y las fuerzas materiales.

En síntesis, los rescates históricos y teóricos de PODEMOS empiezan a mostrar con qué piensan pagar la “hipoteca” (en los términos planteados por el referente de IU) que les otorgó su emergencia política. El modelo de los partidos comunistas socialdemocratizados o los populismos latinoamericanos, con los que pretenden compartir todos los defectos, sin poseer ninguna de sus “virtudes”: el anclaje social para sus maniobras. Ese es el "vacío" del significante Podemos y lo que lo puede convertir en un fenómeno episódico y acelerar su institucionalización hacia la que su dirección avanza con gusto.

No por nada en una de sus últimas intervenciones públicas, Iglesias reivindica al nuevo líder de una de las castas más eternas y retrógradas de la historia humana, pese a que hoy pase un “momento populista”: Jorge Mario Bergoglio, más conocido en el mundo como Francisco.

4 comentarios:

Claudia Cinatti dijo...

Me pareció interesante el post, lo mismo que la reflexión sobre la pertinencia o no de analogías entre los fenómenos latinoamericanos y los europeos.
Desde mi punto de vista, América Latina adelantó muchos de los procesos sociales y políticos: acción directa, autonomismo -leáse zapatismo,- y gobiernos de desvío con rasgos frentepopulistas como el de Evo o más tradicionalmente bonapartistas como el chavismo. No casualmente muchos de los fundadores de Podemos pasaron varios años en América Latina y se han formado como asesores de Chávez o Evo Morales.
La novedad sería no solo si esos "populismos" que si bien de manera degradada, en cierto sentido se podrían analizar desde la categoría de bonapartismos sui generis de Trotsky, podrían ser posibles en países centrales como España que forman parte a su vez de un bloque económico-político imperialista como la UE, sino también si son sustentables en situaciones de austeridad y crisis capitalista. Tanto en sus versiones orginales, como el primer peronismo, como en su vuelta degradada en los 2000, surgieron de la crisis pero se consolidaron con cierta bonanza económica, lo que ha permitido darle algún “sentido” a ciertos significantes. En términos lacanianos, como se ve en el caso de Syriza la “vacuidad” del significante alcanza rápidamente un límite en lo “real” de la crisis capitalista (memorandum, recortes de salarios, millones de desocupados, etc. etc.).

Sobre la operación de Laclau de vaciar de “esencialismos de clase” la política, y su operación por excelencia, la hegemonía, ya hemos discutido bastante. Más allá de las ambigüedades de Gramsci, creo que tiene bastante razón Perry Anderson en ubicarlo dentro de la tradición del marxismo clásico, es decir, de un marxismo para el que los actores determinantes son las clases sociales, aunque la forma de ejercer su dominio es eminente política (estatal) y que por lo tanto, si bien la hegemonía no tiene el mismo valor estratégico que para el marxismo ruso en tanto alianza de clases para la toma del poder, sigue estando en el sentido de clases a las que el proletariado se propone hegemonizar (dirigir) y clases sobre las que impone su dictadura.

Claudia Cinatti dijo...

A la hora del rigor teórico, la mesa deja bastante que desear. Si ya el uso lacaniano de los “significantes vacíos”y “flotantes” es un poco extraña para la política, aunque se basa en la teoría lingüística, la aparición de significantes “muertos”, “resucitados” y otras yerbas suena delirante. Dicho sea de paso, significante "vacío" y "flotante" no son lo mismo. La distinción no es preciosismo teórico, sino que decir que un significante es flotante quiere decir que puede correr la frontera interna de la división política, en pocas palabras, que una demanda puede traspasar de una articulación política (hegemónica) de izquierda a una de derecha (por ejemplo la lucha contra el desempleo, puede ser articulada en un sistema de demandas transitorias o en un programa xenófobo antiinüigrante). Por eso hay populismos de izquierda y de derecha, aunque en los países centrales, suelen ser mayormente de derecha: nacionalismos varios como el Frente Nacional francés, o movimientos "antipolíticos" como el Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo.

Entiendo que como le dice el diputado de IU, la “casta” sería el significante que divide el campo de la política y permite que emerja el “pueblo”, a través de un líder que lo encarne. Pero esa operación política de ponerle nombre a un enemigo “la casta”, la “oligarquía”, y llamar a la unidad policlasista contra ese fantasma ya está muy gastada y suena a verso electoral. Tanto Tsipras como Iglesias son admiradores del kirchnerismo, al que difícilmente podrían vender como altenrativa a la “casta”.

En última instancia, si en la teoría de Laclau, la razón populista es la de la constitución del pueblo en circunstancias distintas a las masas que entraron a la política a través de la experiencia de la democracia liberal (leáse revolución francesa, etc.) y que por lo tanto inscriben sus demandas “populares” a través de un líder que las habla, la pregunta sería si Pablo Iglesias se está preparando para ser una suerte de bonaparte, en primer lugar al interior de Podemos. En ese marco, la “democracia ciudadana” y la “capacidad decisionista” de quienes participan por internet no sería más que un momento ilusorio en la constitución de una nueva burocracia política.

Es lo que es dijo...

A llorar al campito

Anónimo dijo...

Opino que hay que ver el video y luego leer el post para comprender mejor el sentido de las críticas de FR/JD, en especial la “operación” de usar a Gramsci para en realidad apoyarse en el populismo tal como lo entiende Ernesto Laclau. También, esa vista previa ayuda a dimensionar el estado de la teoría política de la “nueva” izquierda española, muy impresionada por Laclau y solícita de uno de sus amigotes, el también argentino Jorge Aleman (autor de “La izquierda lacaniana”). Ese sorprendente enamoramiento con Laclau ocurre hace años en nuestro país con el Kirchnerismo y sus intelectuales (principalmente el filósofo-funcionario Ricardo Forster). Se me ocurre una ironía: la nueva izquierda argenta ama al chavismo, pero ese amor solo es posible practicarlo desde el kirchnerismo; ahora, esa misma izquierda local se fascina con PODEMOS, cuyo intelectual de cabecera parece ser Laclau…toda una tragedia romántica…
Agregaría a los comentarios de FR/JD lo siguiente:
Hay una cuestión de fondo en el debate entre los panelistas y que es del orden de lo ontológico: el carácter contingente que le otorgan a la política (derivado de una no-objetividad de lo social) y sobre esa base la construcción de demandas e identidades no-determinadas (idea de significante flotante). De allí se agarran para atacar al “obrerismo” o cualquier esencialismo de clase. Ese fue el leiv motiv del Laclau previo al éxito de sus simplistas tesis sobre la razón populista. La idea sería: cada coyuntura permite tantos “significantes” por un lado, y ninguno tiene garantizado su permanencia, por otro. Ese es el riesgo (o la hipoteca) del populismo, visto como un rasgo positivo. Y esto se entrelaza en cómo procesan su experiencia con la izquierda en España. Me sorprendió cuando dice Iglesias que los de izquierda (allá) justificaban todas sus políticas con que eran para un futuro de socialismo…¿de ahí sacan las virtudes del "aqui y ahora"?
Con todo, efectivamente hay “situaciones populistas” (como dice Monereo) que son las que abren posibilidad de una voluntad nacional-popular (cuando el sistema no da respuesta), y que me parece pueden pensarse como "clásicas" en regímenes que no tocan fondo en el sentido de una verdadera "crisis orgánica".
Tres cuestiones finales: los intelectuales de PODEMOS tienen mucha mejor formación teórica que la izquierda independiente criolla. Evidentemente la política permite o admite cualquier tipo de maniobra (o atajo) para llegar al poder (así le interpreto la alusión a Engels al final del programa que hace Iglesias). La última, que el “retorno de lo reprimido” evidentemente no contiene ni un gramo de pretender la destrucción del sistema capitalista (Aleman de algún modo lo dice al final, a condición de que el que lo piense se olvide de la dialéctica y de la lucha de clases).
Abrazo
Fernando Aiziczon