sábado, 15 de noviembre de 2014

Estado "integral" y Estado gendarme


En este artículo escrito con Fernando Rosso, reflexionamos sobre la confluencia relativa de la temática del Estado integral (o ampliado) y el cesarismo en Gramsci y los análisis sobre la estatización de los sindicatos y el bonapartismo en Trotsky. Esta cuestión tiene a su vez relación con la actualidad de la teoría de la revolución permanente en nuestros días, dadas las condiciones de generalización de ciertas características "occidentales" en la estructura de los estados, sobre lo que reflexionamos luego en este otro artículo.

Una de las cuestiones que pude constatar a partir de los debates de la Conferencia de Historical Materialism realizada en Londres entre el 6 y el 9 de noviembre pasados, es precisamente la relativa popularidad que la categoría gramsciana del Estado integral (en los 70/80 estado "ampliado") tiene entre los intelectuales marxistas académicos angloparlantes, por influencia del libro The Gramscian Moment de Peter D. Thomas, publicado en 2009. 

Esta categoría también se destaca en los estudios gramscianos en otros idiomas, como puede verse en el libro Horizontes Gramscianos publicado el año pasado en México por Massimo Modonesi.

Y por casualidad (o porque el desarrollo de los estudios gramscianos supera desde hace tiempo el enfoque de Togliatti) en ese libro hay un artículo de A. Morton sobre la espacialidad de la revolución pasiva, que coincide en líneas generales con lo que habíamos escrito acerca de la confluencia entre Trotsky y Gramsci a propósito del análisis de las "tendencias estatizantes". 

Pero las dos orientaciones (generalización del uso de la categoría de Estado integral y rescate de la confluencia entre Trotsky y Gramsci sobre la cuestión de los "desarrollos estatizantes") no necesariamente confluyen o mejor dicho, pueden abrir diferentes direcciones de análisis teórico y también de posicionamiento político.

Sucede que en muchos casos, cuando se habla de Estado integral, se hace mucho hincapié en la cuestión del "consenso". Es decir, se habla de un Estado más "hegemónico", en el que el entrelazamiento entre "sociedad civil" y "sociedad política" impide una estrategia de toma del poder por la clase obrera sin un largo período previo de conquista de relación de fuerzas. De esta forma, se transforma al Estado integral en un Estado "consensual" (lectura unilateral que por ejemplo se contradice con la lectura de Gramsci sobre la "ampliación" de la policía).

Pero el aspecto consensual no agota el análisis de la cuestión del poder estatal. Si se pierde de vista el aspecto de "coerción", se puede caer en posiciones "pacifistas" que transformen la lucha política en lucha cultural o electoral pero naturalicen o invisibilicen la violencia estatal y la necesidad de enfrentarla. Pero esa violencia siempre vuelve (o nunca se va), para recordarnos que la "cuestión del Estado" es un problema que sobrepasa la teoría.

Tal es el caso de lo que viene sucediendo en Francia con el asesinato por parte de la policía de Rémi Fraisse y la posterior represión a la juventud y el movimiento estudiantil, con dos focos muy bien definidos: la banlieue de las afueras de Paris, en especial St. Denis, donde la policía montada y el CRS (grupo especial de represión a las protestas) impiden que los estudiantes de origen inmigrante mayoritariamente árabe y africano realicen protestas en sus colegios; y Toulouse, cerca de la cual fue asesinado Rémi Fraisse y en la que viene creciendo el movimiento estudiantil contra la violencia policial, donde recientemente fueron detenidos 21 estudiantes que van a enfrentar juicios en breve, entre ellos el compañero Gaëtan, estudiante de la Facultad de Mirail y militante del NPA.

Este accionar del Estado en la coyuntura francesa actual (en un contexto de bajísima popularidad de Hollande), está amparado por el "marco constitucional" francés. Con toda su verborragia republicana, es el que sienta las bases para una naturalización de la violencia estatal. Por ejemplo con la regulación de las manifestaciones callejeras, que se remonta a las reconfiguraciones bonapartistas del poder estatal francés en los años 1934-36 en que la extrema derecha primero y los obreros después, ocuparon las calles; como señala Philippe Alcoy en su artículo inédito "A propos de les grèves de 1936". 

No sólo hay que pedir permiso al Estado (que puede prohibirla) para hacer una manifestación, sino que la participación en manifestación prohibida es parte de los delitos incluidos en el código penal.

La fortaleza del Estado en "Occidente", entonces, no solamente se basa en el consenso resultante del entrelazamiento de sociedad política y sociedad civil, sino también o sobre todo en la fortaleza del aparato represivo como representante de la autoridad del estado (por eso los medios en Francia no dicen "policía" sino "fuerzas del orden"). Un orden sin progresismo para los que saquen los pies del plato, en especial los habitantes de la banlieue que deben vivir en un "estado de excepción" donde la policía tiene la suma del poder público.

La vieja temática de Oriente/Occidente se resignifica en este contexto, ya que si bien en líneas generales se puede decir que el Estado en "Occidente" está basado en algo más que la dominación pura y dura, esta característica a su vez fortalece y refuerza la coerción. Por eso, hay que tener en cuenta otro aspecto de la diferencia entre los estados de Oriente y Occidente en su momento señalada por Trotsky en sus Lecciones de Octubre: Los bolcheviques enfrentaron en Rusia un Estado burgués que entre febrero y octubre de 1917 no había tenido tiempo de conformarse, mientras que en Europa occidental el Estado se basaba (se basa) en relaciones de fuerzas mucho más consolidadas.


Y la misma resignificacion debe hacerse con la temática del Estado "integral" o "ampliado", ya que la "estatización de la sociedad civil", no se limita a los mecanismos de consenso y cooptación, sino que incluye el reforzamiento y la sobre extensión del aparato estatal, de forma tal que el Estado integral no se contrapone sino que incluye y refuerza al Estado-gendarme.

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