sábado, 2 de agosto de 2014

Los estudios gramscianos y la revolución permanente



Leyendo el libro Horizontes Gramscianos (Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, 2013) compilado por Massimo Modonesi, surge del artículo de Fabio Frosini "Hacia una teoría de la hegemonía" un debate que puede ser útil para pensar sobre las relaciones entre hegemonía y revolución permanente en la actualidad.

Frosini cita el C1 §44, en el que Gramsci señala: 

A propósito de la consigna "jacobina" lanzada por Marx a Alemania en 48-49 hay que observar su complicada fortuna. Retomada, sistematizada, elaborada, intelectualizada por el grupo Parvus-Bronstein, se manifestó inerte e ineficaz en 1905 y a continuación: era una cosa abstracta, de gabinete científico. La corriente que se opuso a ella en ésta su manifestación intelectualizada, al contrario sin usarla "de propósito" la empleó de hecho en su forma histórica, concreta, viviente, adaptada al tiempo y al lugar, como brotando de todos los poros de la sociedad que había que transformar, de alianza entre dos clases con hegemonía de la clase urbana.(Horizontes Gramscianos, pág. 67)

No deja de ser extraña la idea de que una teoría "abstracta" que se manifiesta "inerte e ineficaz" pueda ser empleada de hecho de manera "histórica, cocreta, viviente, adaptada al tiempo y al lugar", o mejor dicho parece una falsa oposición entre la realpolitik y la teoría. Pero incluso con esta objeción, es interesante cómo el propio Gramsci, en su oposición a la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky como teoría, de hecho está reconociendo, planteando que fueron los bolcheviques los que de hecho la llevaron adelante, que esta teoría planteaba en líneas generales correctas cómo iba a ser el desarrollo de la revolución rusa, tanto como que en los hechos Lenin y Trotsky confluyeron en la política de "alianza entre dos clases con hegemonía de la clase urbana", eso sí, después de que Kamenev y Stalin en ausencia de Lenin, apoyaran al gobierno provisional entre febrero y abril (cuestión que corrigió Lenin con sus Tesis de Abril).

Por otro lado, cabe aclarar que Gramsci confunde la Teoría de la Revolución Permanente planteada en Resultados y Perspectivas, que era un teoría especialmente para Rusia, con la versión "madura" basada en la generalización de las lecciones estratégicas de las experiencias protagonizadas por el movimiento comunista en los años '20, en especial la revolución china de 1925-1927, a partir de la cual Trotsky generalizó la teoría (mientras Gramsci se limitaba para China a la política de Asamblea nacional pan-china sin hegemonía de la clase obrera).

En este contexto, si es correcto el criterio de Karl Korsch sobre que hay que entender el marxismo como una teoría de la revolución podemos considerar a la Teoría de la Revolución Permanente como el momento más alto del desarrollo de la teoría marxista en el Siglo XX, principalmente por el cambio de marco teórico que implica, respecto de las concepciones del marxismo “decimonónico”, que tuvieron sobrevida hasta los años 20 (principalmente la idea de que la revolución proletaria correspondía solamente a los países “avanzados”).

Pero para salir de la oposición estéril entre "hegemonía" y "revolución permanente", Frosini intenta relacionarlas, sin cambiar del todo el punto de vista de Gramsci, pero introduciendo una variante: 

Según Gramsci hay un fuerte nexo entre la consigna lanzada por Marx, el jacobinismo en su efectividad histórica y la organización hegemónica correspondiente al Estado moderno (¡hegeliano!), es decir la hegemonía de las clases productivas urbanas sobre los campesinos. En suma: la única manera para utilizar hoy la revolución permanente -a diferencia de Parvus y Trotsky, que la han reducido a una "teoría" (la han "sistematizado")-, es pensarla histórica y políticamente, como estructura de la hegemonía; pero también a la inversa: la única forma para pensar la hegemonía a la altura de Marx (sin dejarla caer en una composición "pasiva" de tipo hegeliano, o dejarla derivar hacia un "republicanismo" vacío y finalmente retórico, de tipo jacobino-radical) es anclararla a la revolución en permanencia. (Horizontes Gramscianos, pgs. 67/68). 

Más allá de que al repetir el argumento del supuesto "grupo Parvus-Trotsky" Frosini está reduciendo la Teoría de la Revolución Permanente a su versión inicial como ya dijimos sobre Gramsci, resulta acertada una definición que está ímplícita en su razonamiento y que sería más o menos así: "oponer la hegemonía a la revolución permanente tiene como resultado algún tipo de reivindicación de la revolución pasiva como programa por la positiva". 

Frosini lo plantea de esta forma: 

...  la diferencia entre la composición "pasiva" de los conflictos y su despiegue "en permanencia" marca la diferencia entre hegemonía burguesa y proletaria...

Y finalizando su artículo, sostiene: 

Entendida así, la hegemonía proletaria es la "forma actual de la doctrina cuarentaiochesca de la 'revolución permanente'", es decir que conserva la exigencia de la permanencia del movimiento, una vez que la sociedad civil hegeliana, haya sido repensada no sólo como "sistema de necesidades", sino como parte del Estado, más bien como aquel lugar en el que decisivamente la batalla política sea ganada o perdida.

En este contexto, si bien no comparto en lo más mínimo la idea de reducir la importancia histórica que la Teoría de la Revolución Permanente ha tenido el desarrollo del marxismo y por esa vía subordinarla a una "teoría de la hegemonía" que va de Lenin a Gramsci sin Trotsky, considero acertado el énfasis puesto por Frosini en la necesidad de ligar hegemonía y revolución permanente, aunque sería bueno que los gramscianos alguna vez se ocuparan de estudiar la Teoría de la Revolución Permanente propiamente dicha, además de dar por hecho lo que Gramsci dijo sobre ella conociéndola a medias.  

Digo que me parece acertado, no tanto porque sirve para despegar a Gramsci de las propuestas de revolución pasiva como programa, que es un problema de los gramscianos, sino sobre todo para complejizar el discurso teórico del trotskismo. 

En este contexto creo que para pensar las condiciones de actualidad de la Teoría de la Revolución Permanente, tenemos que volver a trabajar sobre las relaciones entre la "fórmula de Marx" centrada en la necesidad de una ubicación independiente de la clase obrera frente a las fracciones burguesas que intentaban limitar la radicalidad de las revoluciones de 1848,  la "fórmula de Gramsci" sobre la hegemonía (siempre combatiendo el relativo desplazamiento que éste realiza de la centralidad de la clase obrera a una especie de "bloque nacional-popular") que hace hincapié en la necesidad de que la clase obrera conquiste la dirección "intelectual y moral" de las clases "subalternas" (oprimidas socialmente y sin representación política propia) en sociedades en las cuales el Estado se presenta como estado "integral" (o estado ampliado) cooptando las organizaciones obreras como base del orden burgués y la "fórmula de Trotsky" que lleva la "permanencia del movimiento" a un nuevo nivel de generalización teórica, acorde a la experiencia histórica: de democrático-burguesa a socialista, de nacional a internacional,  y como revolución permanente al interior de la sociedad posrevolucionaria. 

Si bien "la fórmula de Trosky" contiene las dos anteriores y no a la inversa, lo cierto es que para afirmar tal cosa hay que precisar en qué sentido las contiene. 

En este marco, si intentamos pensar la dinámica actual de la revolución permanente, podemos decir que a diferencia del período de la segunda posguerra en que esa dinámica se bloqueó y la revolución se trasladó a la periferia mientras había estabilidad en los países centrales, mientras en el ascenso 68/81 tendieron a confluir de nuevo las metrópolis y la periferia, retrocediendo de conjunto durante la "restauración burguesa" del neoliberalismo; en la actualidad vuelve a generarse una dinámica más "totalizadora" en la que pueden darse procesos en los distintos continentes sin que ninguno tenga la exclusividad ni de las crisis y revoluciones ni de la estabilidad. 

En este sentido, la  permanente de Trotsky goza de buena salud. Sin embargo, al intervenir todavía la clase obrera como un actor dentro de movimientos populares heterogéneos sin lograr todavía la dirección, sigue vigente la "fórmula de Marx" o mejor dicho el programa permanentista pasa en primer lugar por conquistar una posición independiente de la clase obrera para que avance en reconocerse como sujeto y a su vez se plantee la necesidad de hegemonizar a los demás sectores oprimidos. 

A esto se agrega que la relativa generalización de las características "occidentales"  (Estado "ampliado", basado en la extensión de la democracia burguesa, la estatización de los sindicatos y la formación de la "opinión pública" a través de los medios de comunicación) a la mayoría de los países, hace que la "fórmula permanentista" de Trotsky tienda a coincidir en parte con la "fórmula hegemónica" de Gramsci que advierte que el enemigo a enfrentar es un aparato estatal "basado en algo más" que la dominación pura y dura.

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